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Historias de sexoficción y otros tantos avatares de la vida psicótica y moderna. Empezá por las instrucciones si querés entender de que se trata ¡Sean todos bienvenidos!

Estúpidos pactos

Se me hizo muy difícil quedarme un rato más. 
Tal vez tenías razón y tendría que haber desaparecido como siempre en la inmensidad de la noche. Sin lágrimas ni despedidas. Así, como siempre lo hicimos, desdramatizando la incertidumbre del próximo encuentro. Un encuentro más en lo organizado de tus viajes que con frecuencia nos acercaban durante tanto tiempo 
Seguro ni siquiera traes un par de medias de más en tu valija. Sabes. Sabemos. Y sin embargo, no habrá próximo encuentro trasnochado. Lo nuestro queda en México, como si pudiese definirle a mi ello un territorio. Pero así fue siempre. Fue. Acá no somos. No existimos en este Buenos Aires que me devuelve otra realidad y ganas de verte, rompiendo con nuestro pacto. 
Te escribiría su pudiera burlarme de los acuerdos, pensar que algo pueda variar en tu vida y haya espacio para mi. Traiciona el subconsciente cuando pienso que más que tu plan de vuelo hubiese querido que volemos juntos. 
De todos modos me fui rápido, todavía con los ojos dormidos, con grandes anteojos negros que esconderían el poco maquillaje que quedaba de la noche anterior y tal vez una tímida y subversiva lágrima que no se animaría a salir.

De príncipes desteñidos y otras curiosidades de la nobleza.

No voy a resignarme a la idea de que el príncipe azul no existe. Lo sigo esperando mientras solo me topo con celestes medio mal teñidos u otros sectores de la nobleza de diferentes colorimetrías.
El amor en su sentido más amplio es lo que me sigue moviendo la aguja y la ilusión de que todo llega hace que encare cada cita con una extraña sonrisa. Una se aprovecha por que sabe que, de todas maneras y casi sin excepción, la cita terminará como una quiere, en la cama de alguno de los dos o cada uno en su casa, con un beso robado de apuro en la puerta de casa.
Las citas te dan hasta vergüenza cuando te das cuenta la manipulación que podés ejercer solo con un escote o buen par de tacos bien llevados. Sabés de antemano que él, obviamente te va a querer encamar en cuanto bajes la guardia pero el superyó a veces histeriquea, cuando mi yo se da cuenta que nada de lo que pueda hacer o decir el sujeto va a hacer que quieras romper con la inercia de desear despertarte en tu cama y sola. Mi ello es quien va a decidir en fracción de segundos cual será este desenlace.
En algún lado está, estoy segura, tal vez ni tan príncipe, ni tan azul. Pero si me entrego a pensar de que en verdad no existe o si llegara a sucumbir en la desesperanza y me dejase llevar a la resignación no habrá intento válido, ni esperanzas renovadas, ni tacos coquetos repicando la distancia que me separa cada cita a mi príncipe azul.

Las máquinas de café unen a los empleados de la corporación

Después de 6 meses de revolución permanente, de mudanzas, despedidas y reencuentros, empiezo a trabajar y se renuevan las ilusiones. Los amores de oficina siempre fueron divertidos. Como con los hombres, los laburos pasan por mi vida a veces con más suerte que otras. Y las primeras semanas siempre recuerdan a otras primeras semanas
Como olviderse esas historias que Simona, mi alterego le cuenta a mi superyó a modo de convencimiento, aliento y como consejo.
No hace tanto, en un universo no tan paralelo, empecé a trabajar en una empresa grande, de esas en las que estás a total visibilidad de desconocidos compañeros de escritorio. Mucha luz, espacios grandes y boxes había en el moderno pero poblado espacio. Caminaba con la de recursos humanos por uno de estos pasillos abiertos que marcaban el camino a mi escritorio, con una computadora en la mano y saludando con una sonrisa cálida a los simpáticos empleados de la corporación.
Ahí estaba él. Pasé por atrás y me llamó la atención. Linda espalda, se veía que era grandote. No se dió vuelta, ni saludó. Tampoco sonrió cuando a mitad de camino repentinamente me di vuelta sabiendo que me estaba mirando de arriba a abajo. La mañana transcurrió entre presentaciones de gente poco interesante, y en una de esas idas y vueltas por el lugar, me paré a prepararme un café. Leí las instrucciones de la máquina y puse las monedas; nuevamente tuve esa necesidad imperiosa de darme vuelta. Y otra vez estaba él, creyendo que yo no lo percibía, mirándome. Tampoco sonrió. Solo torció la cabeza sobre su hombro sin dejar de verme desafiante a los ojos.
Me estabas mirando el culo, increpó provocador mi ello.
Claro que no, respondió él negando lentamente con la cabeza y una media sonrisa que acentuaba la comisura derecha de los carnosos y rosados labios. Te equivocas, lo que me gustaron fueron tus piernas, afirmó.
Buena elección, le respondía mi alterego mientras se acercaba parándose muy cerca de él. Tomé un sorbo y mi lengua buscaba restos de espuma en el labio superior. Simona susurró: Te busco saliendo. Caminé nuevamente a mi lugar, sabiendo que estaba mirando como se movían mis entaconadas piernas largas.
El día terminó entre poca sorpresa y muchas cosas que leer. Pasé por su escritorio y con perverso disimulo le dejé un papel con mi teléfono y como era de esperar no habían pasado ni 3 minutos que ya me estaba marcando.
A unas cuadras de ahi lo estaba esperando para ir a mi casa.
Un verdadero fiasco, no valió de nada su buena actitud inicial, en la cama fue un verdadero desastre. Era fofo, como gediento y precoz.
No volví a esa empresa, aunque el que tendría que estar avergonzado es él. Había leído que el 52% de los mexicanos eran precoces y esa cifra me alteraba en demasía. Tuve que tomar varias muestras del mercado para poder afirmar que el ISM (Instituto de Sexología Mexicano o similar) tenía tristemente razón.
También me tuve que volver de México, quien sabe si por este asuntito del 52% o porque en casi 10 años no encontré como traducir la palabra prolijo y sus derivados.


Recuerdo lo que ya no será

No te importa, no me duele.
Ese fue un estúpido acuerdo tácito que alguna vez nos hicimos sentenciándonos entre la transpiración de los cuerpos que se encontraron solitarios a deshoras.
Pero duele y me importa. Y más duele que no te importe.
Cínico mi ello se ríe de mi desvelo, y mi superyó le resta importancia.
El tiempo hará lo suyo; solo quedará un vago recuerdo de lo que pudo haber sido.
Lo cierto es que me duele no querer saber de vos, saber si sonreís o si te reís a carcajadas...
Se que alguna vez lloraste, si yo estuve ahi para limpiarte esas impúdicas muestras de humanidad
como vos estuviste para mi, escuchándome repetir hasta el cansancio que soy fea mala y tonta.
Pero no te importan ni mi pena ni mi alegría, mis secretos mal guardados, mi alma adormecida...
Aunque tal vez ya no me duela, es cierto, pero me confunde tener que buscarte entre recuerdos que el olvido no ha podido aniquilar.
Insisto:
solo me dejaste tristes versos que arrasto en una insómnica noche de lluvia, olvidándolo todo cuando en la mañana siguiente sale el sol.
Mi alterego disfruta siendo la reina del drama y mi yo, como siempre, sabe que todo pasa.