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Historias de sexoficción y otros tantos avatares de la vida psicótica y moderna. Empezá por las instrucciones si querés entender de que se trata ¡Sean todos bienvenidos!

El día que Maradona murió

El mundo quedó en silencio, como congelado. Argentina se paralizó y por segundos nadie pudo hacer ni decir nada, boquiabiertos, estupefactos. La final del mundo, y el Gordo en el banco, la escena más trágica, resultado adverso contra Brasil, y nos echan a uno; el titán se para del banco y frío, como estaba, se sacó el abrigo y le dijo a Diego: te lo defino. Diego pide el cambio, y en la primera pelota que toca el optimista del gol, lo bajan en el área. Penal, penal para Argentina y el DT grita: -Martín, patealo vos. El loco agarra rápido la pelota, la acomoda a los 12 pasos reglamentarios y de pronto todo un estadio mira para el banco albiceleste. Diego en el piso ya inmóvil, las cámaras son una maraña humana y nadie entiende nada, los comentaristas del mundo entero relatan algo que nadie logra comprender y a los dos minutos el árbitro es el encargado de decirle al mundo que Diego Armando Maradona, el pelusa, habría sufrido muerte súbita y el partido quedaría suspendido.
Como salió el partido? Ya no importó, el futbol nunca volvería a ser el mismo.
Ojalá no te mueras nunca gordo, pero seguro será con gloria, por que cuando cantaste una y mil veces "oh juremos con gloria morir" lo juraste como nadie.

Maradona y Pasolini

Bien lo dijo Pasolini:"El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código: es una ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol que produce más goles es el más poético. Incluso el dribbling es de por sí poético (aunque no siempre como la acción del gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cada espectador) es partir de la mitad del campo, dribbliar a todos y marcar el gol. Si, dentro de los límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño".
Pero claro, Pasolini no había visto jugar al Diego, y Diego tampoco había leído a Pasolini.

Todos sumados

Si sumamos los deseos primitivos de mi ello, con los de Simona, mas los que el mismísimo yo ha logrado conseguir, restandole, claro está, los que el pobre superyo consiguió salvar en una lucha sin cuartel con las otras tres, la lista de hombres que he tenido es fabulosa y eterna, y sin embargo mi yo va por más, o por menos.
Encuentros totalmente inverosímiles y ridículos, amores tan profundos, que las cuatro hubiesen dado la vida, solo  que el galán de turno ni siquiera se enteró o lo agradece. Mal ojo, mal comportamiento una mezcla de todo...
Lo cierto que entre las 4 le damos muy poca importancia al amor como tal, es hermoso cuando sucede, sisi, pero no sucede a menudo y eso también lo amamos. En verdad odio estar enamorada, el amor me vuelve tonta, sumisa, vulnerable, y es entonces cuando me enfoco en el amor por los amigos, el trabajo, por el shopping o por mi gata, da igual. También amo el sexo más de lo que pude amar a mis novios tal vez, y es entonces cuando caigo a la cuenta que siempre terminamos amando, al menos por 15 minutos.

A veces...

Mi yo se entristece cuando alguien se olvida que las chicas fáciles también tenemos sentimientos. Cuando se topa con hombres pocos caballeros que le hacen recordar la soledad de mil maneras distintas, cuando no recibe un llamado, un mensaje, una despedida. El vacío se hace inmenso. Es cuando mi superyó le reprocha al ello y todo se vuelve confuso...
Y pido que desaparezcas y nunca más volver siquiera a pensarte, para que te borre de mis sueños que me obligan a quererte quien sabe por que.
Son esas noches que un vino, uno chocolate y una peli son mi elegida compañía y pienso que ya, que estoy cansada de estas retorcidas historias que no nos dejan nada. Sin embargo, vuelvo a calzarme los tacones para que el repiqueteo de mis pasos firmes en las calles silenciosas me recuerden quien soy.