Años esperando este momento. Mi ello te había soñado infinidad de veces, traicionando hasta a mi alterego. Mi superyo sostenía que al vernos volverías a ponerme en jaque, dudando si enamorarnos o maltratarnos, o tal vez tendríamos unas ganas locas de estar otra vez debajo de tus sábanas, esas que taparon los miedos y deseos mucho tiempo atrás.
También creí por algún tiempo, que mi ello moriría de ganas de que apurados me desnudes en la mitad de una noche sin sueño, con las rodillas temblando al solo detectar tu presencia.
Y no, por suerte no pasó.
No llegaron las ganas de que me acaricies trémula, mientras gritaría en silencio mi enojo a tu desdén. No llegaron las ganas de tener que tomar la racional decisión de hacerlo o no. No llegó el duelo entre mi alterego y mi yo desafiando a la cordura.
Simplemente no pasó. Afortunadamente no pasó.
El desdén fue solo mío y tu presencia, por primera vez desde que nos conocimos, no significaba absolutamente nada. No hubieron terremotos intempestivos que me dejaran temblando buscando donde hacer pie.
La nada misma pasó al encontrarnos. Sentí como si me exorcizaban, dejando caer un lastre que llevé como autómata todo el tiempo en que no pude tenerte.
Liberador el momento en que descubrí que no fuiste más que un mal sabor de lo que pudo haber sido. Un recuerdo censurado como película porno del más bajo nivel. Una aventura más, que aunque larga, compleja y tóxica, se desvaneció al primer chiste pelotudo que te escuché decir al pasar.
También creí por algún tiempo, que mi ello moriría de ganas de que apurados me desnudes en la mitad de una noche sin sueño, con las rodillas temblando al solo detectar tu presencia.
Y no, por suerte no pasó.
No llegaron las ganas de que me acaricies trémula, mientras gritaría en silencio mi enojo a tu desdén. No llegaron las ganas de tener que tomar la racional decisión de hacerlo o no. No llegó el duelo entre mi alterego y mi yo desafiando a la cordura.
Simplemente no pasó. Afortunadamente no pasó.
El desdén fue solo mío y tu presencia, por primera vez desde que nos conocimos, no significaba absolutamente nada. No hubieron terremotos intempestivos que me dejaran temblando buscando donde hacer pie.
La nada misma pasó al encontrarnos. Sentí como si me exorcizaban, dejando caer un lastre que llevé como autómata todo el tiempo en que no pude tenerte.
Liberador el momento en que descubrí que no fuiste más que un mal sabor de lo que pudo haber sido. Un recuerdo censurado como película porno del más bajo nivel. Una aventura más, que aunque larga, compleja y tóxica, se desvaneció al primer chiste pelotudo que te escuché decir al pasar.