Datos personales

Historias de sexoficción y otros tantos avatares de la vida psicótica y moderna. Empezá por las instrucciones si querés entender de que se trata ¡Sean todos bienvenidos!

Las máquinas de café unen a los empleados de la corporación

Después de 6 meses de revolución permanente, de mudanzas, despedidas y reencuentros, empiezo a trabajar y se renuevan las ilusiones. Los amores de oficina siempre fueron divertidos. Como con los hombres, los laburos pasan por mi vida a veces con más suerte que otras. Y las primeras semanas siempre recuerdan a otras primeras semanas
Como olviderse esas historias que Simona, mi alterego le cuenta a mi superyó a modo de convencimiento, aliento y como consejo.
No hace tanto, en un universo no tan paralelo, empecé a trabajar en una empresa grande, de esas en las que estás a total visibilidad de desconocidos compañeros de escritorio. Mucha luz, espacios grandes y boxes había en el moderno pero poblado espacio. Caminaba con la de recursos humanos por uno de estos pasillos abiertos que marcaban el camino a mi escritorio, con una computadora en la mano y saludando con una sonrisa cálida a los simpáticos empleados de la corporación.
Ahí estaba él. Pasé por atrás y me llamó la atención. Linda espalda, se veía que era grandote. No se dió vuelta, ni saludó. Tampoco sonrió cuando a mitad de camino repentinamente me di vuelta sabiendo que me estaba mirando de arriba a abajo. La mañana transcurrió entre presentaciones de gente poco interesante, y en una de esas idas y vueltas por el lugar, me paré a prepararme un café. Leí las instrucciones de la máquina y puse las monedas; nuevamente tuve esa necesidad imperiosa de darme vuelta. Y otra vez estaba él, creyendo que yo no lo percibía, mirándome. Tampoco sonrió. Solo torció la cabeza sobre su hombro sin dejar de verme desafiante a los ojos.
Me estabas mirando el culo, increpó provocador mi ello.
Claro que no, respondió él negando lentamente con la cabeza y una media sonrisa que acentuaba la comisura derecha de los carnosos y rosados labios. Te equivocas, lo que me gustaron fueron tus piernas, afirmó.
Buena elección, le respondía mi alterego mientras se acercaba parándose muy cerca de él. Tomé un sorbo y mi lengua buscaba restos de espuma en el labio superior. Simona susurró: Te busco saliendo. Caminé nuevamente a mi lugar, sabiendo que estaba mirando como se movían mis entaconadas piernas largas.
El día terminó entre poca sorpresa y muchas cosas que leer. Pasé por su escritorio y con perverso disimulo le dejé un papel con mi teléfono y como era de esperar no habían pasado ni 3 minutos que ya me estaba marcando.
A unas cuadras de ahi lo estaba esperando para ir a mi casa.
Un verdadero fiasco, no valió de nada su buena actitud inicial, en la cama fue un verdadero desastre. Era fofo, como gediento y precoz.
No volví a esa empresa, aunque el que tendría que estar avergonzado es él. Había leído que el 52% de los mexicanos eran precoces y esa cifra me alteraba en demasía. Tuve que tomar varias muestras del mercado para poder afirmar que el ISM (Instituto de Sexología Mexicano o similar) tenía tristemente razón.
También me tuve que volver de México, quien sabe si por este asuntito del 52% o porque en casi 10 años no encontré como traducir la palabra prolijo y sus derivados.